jueves, 7 de abril de 2011

GUERNICA: LAS VIOLENCIAS DEL DISCURSO III. RULETA RUSA: EL DISCURSO PSICOLOGICO EN LOS PROGRAMAS DE INCLUSION.

GUERNICA: LAS VIOLENCIAS DEL DISCURSO III

RULETA RUSA: EL DISCURSO PSICOLÓGICO EN LOS PROGRAMAS DE INCLUSIÓN ESCOLAR


Ps. Sandra Milena Casas Herrera



Artículo 46.- La educación de personas con limitaciones físicas, sensoriales, psíquicas, cognoscitivas, emocionales o con capacidades intelectuales excepcionales, es parte del servicio público educativo.

Los establecimientos educativos organizarán directamente o mediante convenio, acciones pedagógicas y terapéuticas que permitan el proceso de integración académica y social de dichos educandos[1].



Esta de señalar nuevamente la gran diferencia entre el establecimiento de las leyes que permiten el acceso a los derechos fundamentales de los ciudadanos y, la realidad expresada en los programas ejecutados y sus resultados. Las instituciones educativas, los educadores, los educandos y padres de familia, viven diariamente con las consecuencias de la brecha enorme entre la legislación y el cumplimiento de éstas en el acontecer diario de la educación.  

En este contexto de deficiencias, cada profesional debe preguntarse por las consecuencias que sufre su área de conocimiento por la carencia de recursos y las limitaciones para la ejecución de su labor. En lo referente a los psicólogos las deficiencias se observan en varios niveles:

  • Limitación en el número de sesiones de trabajo: la población que se encuentra en la franja educativa, es numerosa y, lamentablemente ante tal demanda, las instituciones con algo de suerte logran tener más de un psicólogo para apoyar los procesos.
  • Preferencia por los procesos grupales: una herramienta a la que acuden las instituciones, es la de preferir que los psicólogos se integren en torno a procesos de grupos, esto es: conferencias, talleres, sensibilización grupal, grupos de trabajo, etc. Definitivamente los procesos grupales son esenciales y tienen impacto en las comunidades, pero existen (por el mismo criterio económico aplicado) limitaciones en estos procesos, no todas las problemáticas pueden ser abordadas de este modo y, tampoco es lo ideal, pues conocemos los limites de este abordaje.
  • Duplicación de procesos y modelamiento de las intervenciones: teniendo como marco experiencias exitosas y otras no tanto, pues en realidad los datos sobre seguimiento a los procesos y sus resultados a largo plazo, son muy pocos; se opta por replicar y responder a las mismas demandas. Como consecuencia de lo anterior, se entra en el terreno de la demanda vs la necesidad real: talleres de sexualidad, prevención de la drogadicción, prevención de trastornos de la alimentación, entre otros, son los temas recurrentes. Si bien, son temas que conciernen a procesos sociales importantes  y problemáticos, es esencial que los profesionales también tengan la autonomía para diagnósticar, investigar y generar el marco problemático que se encuentra en un  grupo o en los sujetos individualmente. Lo anterior lleva a una reflexión que debe darse en el contexto universitario por parte de estudiantes y docentes: ¿desde dónde se debe procurar la ejecución del derecho a la autonomía profesional?, ¿acaso no son los integrantes de la comunidad académica universitaria, quienes tienen la labor de abogar por el cumplimiento de ciertos márgenes de autonomía?

En general, son muchos los inconvenientes internos y externos al saber psicológico que pueden ser citados y que merecen ser tratados, pero antes de abordar las posibles soluciones es esencial diagnosticar antes las prácticas actuales, sus resultados y pertinencia. Es claro que hace unas décadas los procesos se estancaron en torno a la discusión de los mismos problemas y, aunque los resultados no se ven reflejados en la sociedad (drogadicción, embarazos en las adolescentes, violencia al  interior de los grupo, problemas de aprendizaje etc), se sigue en la misma línea de trabajo en una forma que parece más una repetición sintomática que una tarea de puesta en marcha de acciones pensadas desde el diagnóstico puntual. En esa medida, se consideran saludables las instituciones en las que los problemas mencionados no se  manifiestan.

En el juego Ruleta Rusa: Generalmente se inicia en una mesa. Uno de los jugadores tomará un revólver (puede ser de 6 u 8 balas) y abrirá el tambor. En él pondrá una o más balas. Luego girará el tambor al azar, cerrándolo rápidamente de modo que ninguno de los jugadores pueda ver en qué recámara se encuentran las balas. Por turnos los jugadores colocan la boca del cañón sobre su sien y aprietan el gatillo sin mover el arma. Si ninguna bala es disparada, el jugador continúa en el juego y el revólver pasa a su compañero. Si este se salva, el revólver continúa al siguiente jugador hasta que a uno de ellos le toque la bala y muera[2].

Y, ¿qué tiene que ver una práctica letal con el discurso psicológico?. En realidad mucho, porque el discurso de por sí tiene esa facultad de servir a muchos fines. El discurso psicológico está pensado a partir de unos fines humanitarios y de salud ( modelo salutogeno o salutogenico) . Sin embargo, la mayoría de las acciones se siguen construyendo  en torno a la ausencia de  de salud, se basan en modelos de la patología social e individual (modelo patógeno). Y cuando la práctica sólo aparece en términos de intervención sobre las desviaciones de la norma, como salud se cataloga aquello que no es una entidad clasificada como patógena. En esta medida, se inicia un curso violento del discurso, determinado por el gran número de escenarios que no se estudian, no se leen y no se estructuran desde el análisis histórico- crítico de la realidad nacional.

Con suerte las acciones no van a tener impacto negativo en la comunidad, ya que logran acciones donde hay crisis y problemáticas que siguen siendo importantes. Pero también está la opción de nunca dar con el núcleo del problema, se corre el riesgo de intentar sucesivamente en el mismo segmento de problemas,  mientras pase esto probablemente nadie salga herido y se genera el anclaje del discurso dentro del marco de lo saludable. La otra opción es la realmente peligrosa, la imposibilidad de denunciar problemas que tienen el potencial de disminuir la calidad de vida de los ciudadanos, contribuye a la ceguera colectiva. Nadie sabe dónde va la bala, por lo tanto se ignora, el efecto es más sorpresivo. El   discurso peca por carencia, por ignorancia; su inoperancia es agresividad nacida en la ignorancia de los procesos históricos y culturales que están en la base de todo malestar.

Es curioso que los psicólogos generalmente manejen  poca información acerca de los problemas nacionales y de los mismos en el contexto cultural. Los diagnósticos institucionales se basan en la importación de modelos, de síntomas, de malestares encontrados en otras culturas. Con gusto aceptamos abordar la violencia al interior de las instituciones bajo la denominación de bullying, retornando a un modelo de pensamiento tímido y silencioso históricamente perpetuado  en nuestro país. El sistema de importación de los modelos, no debería ser la razón para repetir los problemas, si bien, existen abordajes pertinentes, las variables sociales deben tener un peso grande en la estructuración del discurso. Puede abordarse la problemática del bullying, porque simplemente existe.  Lo que al parecer no es tan evidente, es que este fenómeno en el contexto colombiano se anuda a la historia de violencia y violación de los derechos individuales y colectivos que nos han afectado a todos.

La historia no debería  ser una opción dentro de la educación del psicólogo. La historia es una obligación para todo el que intervenga en problemas sociales que son la  fuente del proceso de subjetivación de una época y de la experiencia de los sujetos en un momento dado dentro de la realidad nacional. Nuestra  ignorancia social es una negación de la pertinencia del discurso psicológico, porque negamos la subjetividad. La obligación de eliminar esta carencia no recae únicamente en los psicólogos sociales, es  una obligación de todos porque si bien importamos modelos y síntomas, no importamos los sujetos y las comunidades que los padecen. Hacemos collage no investigaciones.

La perspectiva de la inclusión en un contexto que lleva por característica, la carencia de recursos y las dificultades en el alcance de las intervenciones, es más bien pesimista. Siempre son aciertos los intentos de incluir y, cada vez que se incluye a un niño se logra que al menos ese derecho fundamental sea respetado.  De otro lado, los padres de familia y los educadores  tienen también necesidades en cuanto a la formación para participar en la inclusión . El educador y la familia reciben poca atención, la labor del psicólogo es limitada y, se centra más en la asistencia a las crisis agudas, siendo lo social un problema crónico.

Esta reflexión nace de mi participación en un proceso de inclusión en el barrio Castilla de Medellín. La institución no cuenta con psicólogo de planta o practicantes en este momento.  Los docentes ante la falta de apoyo para llevar a cabo el programa de inclusión, por iniciativa propia me convocan para participar en las charlas que tienen con los padres de familia. En solo dos sesiones de trabajo salen a la luz las necesidades y urgencias: la falta de preparación de los docentes para trabajar con niños con necesidades educativas especiales, la necesidad de un psicólogo que coopere en el proceso de inclusión y la escasez de recursos familiares para atender las necesidades básicas de los niños y, otros tantos que son evidentes en todo proceso similar que se de en el contexto del país y de las carencias asistenciales.

Tales carencias afectan a toda la población (a menos que se opte por solo intervenir en la delgada franja de colombianos con todas las necesidades básicas satisfechas). Los programas que ejecuta el psicólogo tienen en esas faltas sus nodos problemáticos más importantes. La opción no es abandonar estos procesos porque las condiciones no son las ideales y nunca van a serlo, por lo que debe optarse es por la contextualización del problema, formar a padres y educadores en torno a la creación de recursos de apoyo propios.  Cuando la comunidad educativa se reconoce como parte de la problemática social y, conoce los motivos por los que se dificultan la puesta en práctica de los derechos de los niños con dificultades; el marco de acciones se torna realista. Desde luego en cada nivel y con cada agente de la intervención, se experimenta frustración y rabia; pero lo que surge después es la clara disposición que tienen para actuar sobre aquello que si pueden modificar.

No se aboga porque la comunidad sea conformista y obvie lo que por derecho debe seguirse reclamando porque es válido y necesario. Pero si se logra que el marco de análisis por ser propio de esa comunidad, se torne mas accesible en sí mismo. Es decir, la acción dentro de los procesos de inclusión, también muestra la urgencia por incluir a los sujetos implicados en la cultura. Debe, por tanto, garantizarse también el acceso a los medios de apoyo, a la información y a las prácticas culturales que están en la base de toda acción. El marco de acción de un psicólogo dentro del contexto de la ciudad, de las comunas, con toda su historia de sufrimiento, no es el mismo que se tiene en otras latitudes. Cuando se comprende esto se detecta la necesidad de la comunidad porque se le habilite el acceso a la cultura y a las formas de conocimiento que permiten solucionar sus necesidades. La cuestión es que es la profesión, la disciplina como tal la que debe ser proactiva en este aspecto, porque la comunidad por sí misma cae en el desgano y la impotencia, la labor es trabajar también en esas discapacidades sociales y permitir que la comunidad se adapte dentro de un marco donde el acceso a la calidad de vida y la salud está escrito más no ejecutado en su totalidad.

La discapacidad e inaccesibilidad social no desaparece al no ser tomada como núcleo del problema, al contrario, aparecerá reflejada con mayor fuerza en los fracasos y errores de los programas. La  negligencia en el diagnóstico es la base de todo programa que fracasa o que no provee los resultados esperados. Cuando se corrobora por los resultados que la labor del psicólogo debió ser más comprometida con el estudio y análisis del contexto, es la disciplina la que llega a niveles bajos resultados, es el saber de los psicólogos y la necesidad de los mismos dentro de las instituciones la que se pone en evidencia. La consecuencia directa es la escasa inclusión de profesionales en ciertos sectores de la sociedad. La psicología pasa a convertirse en un artículo de lujo en el mejor de los casos y, en los demás, queda relegado al campo de la estética (no en el sentido del arte), el psicólogo está allí para dar dosis medidas de bienestar y embellecer procesos muchas veces acudiendo a métodos sugestivos.

Todos hemos visto los efectos que algunos conferencista tienen sobre el público, en ocasiones son tan dramáticos que generar reacciones similares a las que se producen al ver una película de este género. El espectador experimenta sensaciones fuertes, derraman lagrimas y se conmueven cuando el problema es diseccionado justo en frente de ellos. Este tipo de participación que puede justificarse como una fase en la intervención, más no como  intervención, no tiene efecto alguno a largo plazo. El problema se enuncia, se menciona, pero se olvidan las acciones posteriores que garantizan que el asistente, reciba el apoyo profesional para llevar a cabo las acciones que se derivan del marco problemático. Las conferencias y charlas  son un enunciado, la puesta en escena del malestar, pero la ejecución de la cura, que es el capitulo más importante no es tan clara, muchas veces no existe. No logramos diferenciar lo que es puramente show y la real participación en la solución de los problemas sociales.

Queda en evidencia  la profesión y el imaginario social en torno al psicólogo responde a esto. Para garantizar que el discurso psicológico sobreviva los profesionales responsables deben defender sus intervenciones borrando las consecuencias negativas de lo que otros tantos psicólogos no han hecho. La psicología es una profesión en la que lo que no se hace, tiene la propiedad de borrar las acciones positivas. La sociedad no va a reparar los daños en la imagen del profesional (esta es tarea de los profesionales, y de las universidades),  lo que si sucede es que paulatinamente se reducen los espacios para la acción así como los costos por la ejecución de las mismas. La aspiración salarial en muchos casos se vive como una culpa, y no como el derecho de recibir lo justo por una labor tan delicada.

Apelar  a la ética y la responsabilidad en la formación es la vía para manifestarnos como profesionales necesarios y participantes en los cambios sociales. Le proporcionamos una herida grave a la disciplina cada vez que la negamos por omitir una de las tareas más importantes: diagnóstico e intervención con autonomía para derivar acciones tendientes a intervenir una problemática. Esa omisión tiene costos graves en lo social y en los profesionales mismos. Al observar las condiciones de trabajo de los psicólogos, la limitación en recursos y en espacio se comprende que hay un grado de responsabilidad desde nuestro discurso, no son  otros saberes los que atentan contra  nuestra capacidad de participación, algunas veces tomamos el arma,  ignoramos que puede ser fatal ignorar algo y nos aniquilamos nosotros mismos. Esa cuestión debe pensarse desde la academia y debe ser una constante pregunta en el ejercicio de todos los días.

Volviendo un poco a la comunidad del Barrio Castilla que está llevando a acabo el proceso de inclusión escolar¸ es necesario mencionar que la delimitación que han hecho de la problemático en el marco de las debilidades del sistema educativo y de salud; no significó la renuncia, porque ese proceso en sí es liberador. Con evidencia en las manos y sabiendo que en estos casos la labor es cien veces más compleja de lo que sería en contextos más prósperos, ahora pueden abordar una solución realista.

La institución no provee en el momento el apoyo necesario, pero saber que las causas no se hayan en este caso en los profesionales, pues los psicólogos sabes que allí hay un campo de acción importante; le facilitó a la comunidad a tomar decisiones autónomas y a empoderarse.  Los padres han llegado a pedir la asistencia del psicólogo asumiendo ellos los costos, proveen un espacio físico para las intervenciones en la JAL (Junta de Acción Comunal) y organizan espacios de trabajo fuera de los horarios escolares para reunirse y trabajar en las necesidades detectadas. La comunidad tiene capacidad de organización y siempre que se les señalen los “peros” en   un contexto determinado por  el  “no se puede porque no hay con que”, ellos  se preocupan por el “cómo”.

Construir desde el “como” exitosamente, depende en gran parte de saber administrar las acciones de la comunidad, saber medir los alcances y los cotos. No exagerar en los costos, comprender que hay situaciones vinculadas con la discapacidad de los niños que en ocasiones los padres no pueden cubrir, reconocer que los ingresos de una familia con un miembro en condición de discapacidad se dividen entres muchos especialistas, facilita la toma de decisiones del profesional pues las decisiones y costos deben ser coherentes con esta situación.

Las condiciones para la inclusión se habilitan únicamente cuando la labor preliminar del profesional es responsable y se da en el contexto particular social. La ausencia de un diagnóstico claro y obviar  variables determinantes en la acción de social y cultural, se convierten en una arma que no solo atenta contra el edificio del saber disciplinar, atenta además contra la pertinencia y recepción de las acciones de todos los psicólogos.

La sociedad nos hace un llamado por la individualización de la problemática, en este sentido repetir los procesos sin conciencia crítica y por fuera de los marcos socio-culturales, no sólo afecta la imagen de la profesión, también opera como un obstáculo a la hora de determinar las causas del malestar, de este modo, se afecta también la acción de otras profesiones y de la comunidad que trabajo en torno a la inclusión.

¿Quién tiene el arma?, ¿cuáles son las balas?, ¿quien dispara? y ¿quién sufre las consecuencias?. Cada uno tiene una parte en el discurso.


Abril 7 de 2011.




[1] SANCHEZ, Ricardo. Introducción a la ley general de educación. Instituto para el Desarrollo de la Democracia Luís Carlos Galán. Bogotá. 1994. p. 58.
[2] http://es.wikipedia.org/wiki/Ruleta_rusa. consultado abril 6 de 2011.

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