domingo, 2 de mayo de 2010

TRES DECADAS DESPUES: EL SUBDESARROLLO MENTAL NO HA SIDO SUPERADO







¡Con que gran respeto se debe mirar a cada persona, a cada comunidad, a cada sociedad, a cada nación! (Héctor Abad Gómez)



Ps. SANDRA MILENA CASAS HERRERA
UPB



Trabajar dentro del área de la salud, devela la infinita cantidad de dificultades en la aplicación del saber científico y la consecuente modificación de los programas existentes. Héctor Abad Gómez, develaba mucho antes de que si quiera estuviésemos en las facultades de medicina, psicología, trabajo social, y las demás áreas vinculadas al sector salud, enorme trabajo que implica poner a funcionar la famosa definición de la OMS: “define salud como el estado de completo bienestar físico, mental, espiritual, emocional y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. La salud implica que todas las necesidades fundamentales de las personas estén cubiertas: afectivas, sanitarias, nutricionales, sociales y culturales”.


La definición sigue siendo utópica, porque para emprender tareas que satisfagan mínimamente las necesidades básicas de las personas, se necesita además de inversión, la vinculación de los investigadores en la formulación de los planes y, más allá de eso que es un objetivo alcanzable, se encuentra la enorme barrera de la comunicación entre las ciencias. Y esta tarea no es una que la universidad obvie dentro del su formación; al contrario, se intenta de muchas formas aumentar la participación y la comunicación entre saberes. Lo que no se aborda dentro de la formación es la obvia necesidad de que el profesional pueda, a través de lo que descubre en su quehacer plantear estrategias que mejoren la salud de las personas, desde ese paradigma de la calidad de vida, el mismo que muchos políticos usan como frase de campana pero que en pocos casos se detienen a nombrar las intervenciones y medición del éxito de los programas.

Si bien los profesionales de la salud tenemos participación en la puesta en marcha de los proyectos destinados a mejorar la salud, estas acciones están mediadas por políticas internas de las instituciones. De este modo, cada ambiente laboral se convierte en una isla aparte en la que se promulgan ciertos valores, prioridades y, ciertas formas de tratar al ser humano. Y si bien, poseemos dentro de los códigos de ética obligaciones tendientes a prevenir y erradicar prácticas que afecten la dignidad y la calida de vida de las personas, no es tan cierto que se den las condiciones para implementar estos dos elementos dentro del eje central de toda empresa, comunidad y país.

Las acciones mediadas por los empleadores, las instituciones, interrumpen el proceso de confrontación entre la teoría y la praxis. Cuando esto sucede los conocimientos se convierten se estancan y, terminan por ser una pobre reproducción de lo que se encuentra en los libros, reproducción que se torna absurda cuando seguimos literalmente conocimientos surgidos en países distintos con condiciones distintas y programas de salud totalmente diferentes. La anterior es la típica dificultad de las “ciencias blandas” (que paradójicamente son las que más le pesan a los padres cuando los hijos escogen carrera y las que más impacto tienen en el desarrollo integral de cualquier tipo de empresa o institución).

Esta verdad no es un secreto, todos las conocemos y se asume por las dificultades que nos genera trabajar dentro del mismo contexto donde vivimos e interactuamos y, por tanto, la objetividad se desdibuja, a tal punto que a veces la sociedad no sabe exactamente que hacemos ni para qué.

El producto del subdesarrollo en este nivel es una sociedad con enormes contrariedades, donde hay un camino demasiado largo entre el saber científico y la aplicación. Sucede que el profesional tiende a separarse cada vez más de esa obligación social y ética que ha asumido en su formación, con un fin personal: sobrevivir, tener trabajo. Porque sucede que el señalamiento de condiciones de trabajo que van en contra de la dignidad y la estabilidad de los trabajadores y pacientes toca fibras tan profundas dentro de las empresas que producen la sensación de que los cambios desorientan y deforman sus sistemas de funcionamiento y productividad porque se cuestiona altamente la obligación que tendrán en garantizar calidad de vida y dignidad; conceptos muy populares por estos días pero difíciles de asir, pues cada cuestión que tiene que ver con ellas implica convertir cada proceso dentro de la empresa y la sociedad, un proceso en el que el eje no sea el ser humano y no la función que desempeña.


Las leyes concernientes a las condiciones laborales existen si, pero los empleados y sociedad necesita agentes independientes de las políticas que velen por la preservación de estos derechos y, que esta tarea no termine por sacar al profesional del sistema laboral. La independencia es necesaria en el ejercicio profesional, y en Colombia necesitamos que se ejerza la autonomía, pues solo los profesionales en salud podemos ser garantes del cumplimiento de estos requisitos. Si bien cada persona tiene el deber de hacer valer lo que por derecho le corresponde, la urgencia de sobrevivir suele tener más peso que la calidad de vida y la dignidad.


Nuestro atraso el resultado de haber pasado por décadas de violencia y corrupción que dejaron la población tan afectada que ven como un gran beneficio por lo menos conservar la vida, por lo menos conservar el trabajo, sometiéndose a condiciones laborales lamentables. Los causantes de la crisis laboral Colombia teniendo orígenes en fenómenos como la tercerización, las pobres condiciones ofrecidas a los empleados, etc., tiene también etiología mental, porque como llamar de otra forma algo que funciona de forma tan caótica, continúa y se propaga sin que se exponga el debilitamiento emocional, familiar y físico que afrontan los empleados y los pacientes.

Tal vez hoy debamos tener más temor por los estragos de la máquina burocrática.

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